Alma Delia Murillo
19/01/2013 - 12:02 am
Quiero que me quieran en español
Las diferencias de lenguaje deberían considerarse como causal de divorcio: incompatibilidad de palabras y no de caracteres es la verdadera fisura que puede mandar una relación a la chingada, destino que todos hemos visitado. Tuve un novio alemán cuya imponente personalidad y guapura teutonas no fueron suficientes para solventar las serias diferencias provocadas por no […]
Las diferencias de lenguaje deberían considerarse como causal de divorcio: incompatibilidad de palabras y no de caracteres es la verdadera fisura que puede mandar una relación a la chingada, destino que todos hemos visitado.
Tuve un novio alemán cuya imponente personalidad y guapura teutonas no fueron suficientes para solventar las serias diferencias provocadas por no poder asumir plenamente el peso de las palabras de nuestras respectivas lenguas maternas.
Hablábamos alespanglish. El idioma más feo del mundo que consiste en una mezcla de alemán, español e inglés mal hablados y peor escritos.
Argumenté de todo cuando decidí terminar con él: diferencias culturales, la difícil decisión para determinar quién de los dos dejaría su país, proyectos de vida distintos… la verdad es que no soportaba que me dijera “tú estás una mujer muy especial para mí”.
No había modo. Al principio me ganaba la risa pero después me daba por corregirlo compulsiva y rabiosamente. Nuestros intercambios parecían de comedia cuando me decía “tú estás el amor de mi vida” y mi respuesta era: “se dice tú eres, no tú estás”. Ante su declaración de amor absoluto jamás contesté “tú también”. ¿Así cómo?
Y lo mismo para el otro lado, mis intentos de articular dos frases en alemán siempre terminaban en gran pleito o desencuentro tragicómico. Y estar en una relación para vivir haciendo el ridículo, pues no. Una tiene su dignidad intelectual aunque no lo parezca.
Un mal día me di cuenta de que casi no nos reíamos y entonces lo supe: el sentido del humor en alemán y en español son casi irreconciliables. Y estar en una relación sin sentido del humor, pues no, es desperdiciar la vida. Una tiene sus objetivos bien claros, aunque no lo parezca.
Es que jamás hubiera podido explicarle que me gusta la palabra crepúsculo porque es esdrújula y es tan larga que casi se puede ver en ella el tránsito del Sol que describe. O que estoy enamorada de las palabras euforia, incestuosa, cautiverio, elocuencia y surrealismo porque contienen las cinco vocales.
O porqué me divierte tanto decir: más sin en cambio cuando se venga sintiendo lo que es la calor, sí te voy a manejar la chela fría. (No me habría entendido un carajo). Sí, ya sé que eso es mexicano, no español. Pero supongo que no se van a poner en plan policía de la RAE. Hay gente tan odiosa y pesada que hace eso hasta con los pobres alemanes.
Ya ni hablemos de explicarle el sentido filosófico – ontológico del ser inacabado en la frase “lo que viene siendo”. Me habría costado la vida entera. (Lo que viene siendo la vida entera).
No tenía ningún sentido contarle que me gusta mirar a la gente cuando dice furia, fiera y refunfuño porque en México soplamos la f y eso nos hace arrugar la nariz de un modo muy simpático.
No habría encontrado eco en él para renegar de la sustitución que hemos hecho de palabras verdaderas por eufemismos ridículos. Me refiero a cambiar viejo por “de la tercera edad”, puta por “sexoservidora”, negro por “de color” o “afroamericano” y la peor de todas: muerte por “mejor vida”. Un prejuicio tras otro destrozando al lenguaje por la razón más fútil y miserable que pueda argumentarse: conservar las buenas maneras.
El lenguaje define, forma, enamora, enferma, alimenta, compone o jode una vida entera. El español es tan diverso y tan rico que, al menos para mí, es el mejor terreno para asumir la nacionalidad, hasta podría aventurarme a decir que sólo a través de las palabras entiendo un poquito qué es esto de ser mexicana. ¿Cómo puede ser secundario en una relación?
Por si estaban con el pendiente del final de mi romance, les cuento: el germano se empeñó durante un par de años en volver conmigo pero ya no había manera. Sé que ahora está con una rusa. Que los dioses los acompañen y que la camarada no sea una neurótica de las palabras como yo.
He escuchado algunas declaraciones de amor en otras lenguas pero tengo que aceptar mis limitaciones: sólo reconozco las que resuenan en mi ADN, en mi alma hispana.
Y vuelvo a decir, más convencida que nunca: quiero que me quieran en español, de preferencia, en buen español.
@AlmitaDelia
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